miércoles, 25 de junio de 2008

Un homenaje a la vida, después de los Andes


Carlos Páez, sobreviviente de los Andes,

narra su experiencia en la famosa cordillera
Entrevista publicada en El Siglo de Torreón el 19 de marzo de 2003

TORREÓN, COAH.- Fue un golpe a la arrogancia y a la soberbia. Era un niño "bien", estaba acostumbrado a la buena vida y jamás había tenido una experiencia como boy scout. Cuando el avión en el que viajaba para ir a un partido de rugby se desplomó, se dio cuenta de la potencialidad que tenía como ser humano, y a veces fue el cobarde, pero muchas otras fue el valiente.
Así era Carlos Páez Vilaró, uno de los 16 uruguayos sobrevivientes de Los Andes, quien visitó la Comarca Lagunera para compartir su historia de lucha, a la que él define como "un homenaje a la vida", en una conferencia como parte del congreso Crecer Contigo de Hijos a Padres.

-¿Cómo era Carlos Páez antes del accidente y cómo es ahora?
-Yo era un chico consentido, un malcriado, no servía para nada, la cordillera me golpeó duro y me dijo "Carlitos vos servís!, y eso es lo que tengo que rescatar. Ahora trato de buscar cosas para ser feliz y también el reencuentro con Dios, porque lo tuve muy presente en la cordillera, pero después en la civilización no tanto, en eso tengo que ser honesto, yo sé que está ahí pero tengo que buscarlo.

Carlos convivió durante 70 días en un clima hostil con el resto de los sobrevivientes, tuvo oportunidad de conocerlos a fondo, y más allá de eso pudo concluir cómo es el ser humano.
-¿El hombre es bueno o es malo?
-A los 15 sobrevivientes restantes los conozco en su esencia; el ser humano es básicamente bueno, es solidario. Yo no digo que no haya actitudes mezquinas, porque las hay, pero básicamente es bueno.

En el Fairchild F-27 de la Fuerza Aérea Uruguaya, viajaban los 15 jugadores del equipo Old Christians, acompañados de otros amigos y familiares, a quienes habían invitado para que el pasaje pudiera costar 38 dólares.
-¿Todavía hay recuerdos que duelen?
-La verdad que no, la cordillera para mí fue una experiencia que la viví naturalmente. Cuando nos enteramos de que nos vienen a buscar yo hago mi valija, y era un pantalón que le hice dos nudos en las piernas en el que puse adentro tres cinturones de seguridad del avión, que los quería adaptar al auto de mi madre porque estaba de moda en ese tiempo. O sea, mi objetivo no era la prensa, ni la portada de la revista. Mis objetivos eran muy sencillos: volver a mi casa para ponerle cinturones al auto de mi madre. Eran más cosas de un chico de 18 años.

Entre tripulación y pasajeros se hacía un total de 45 personas. Al momento del desplome perdieron la vida 19, quedando 26 a la espera de un destino incierto. El décimo sexto día, una avalancha trajo una nueva estela de muerte.
-¿Qué se siente convivir con la muerte?
-Muchos murieron en el accidente y muchos en el proceso de los 70 días; quedamos 26 vivos, y en la avalancha murieron otros siete y tres más conforme pasó el tiempo. Si vos me dices "te invito a pasar toda la noche en el cementerio de Torreón", te digo que ni loco voy, sin embargo en la cordillera de los Andes vivimos con 29 muertos al lado. Estabas peleando por tu vida, y ese instinto de supervivencia te hacía olvidar el temor a estar con la muerte.

Carlos Páez pensaba disfrutar al máximo el viaje, pues iba al lado de sus dos mejores amigos: Diego Storm y Carlos Valeta, quienes sobrevivieron al accidente, pero no a la avalancha.
-¿Qué tan difícil es que gente cercana muera frente a tus ojos?
-Perdí a mis dos mejores amigos ahí, pero no sentí tanto dolor como lo hubiera sentido si hubiera estado acá en la civilización, no es lo mismo. Incluso Nando Parrado, que pierde a su madre y a su hermana, dice que no lo sintió tanto como si hubiera sido en la civilización, y eso es porque uno está peleando su propia vida.
En su opinión, la cordillera es "tan hostil y brutalmente enorme, es el Popocatépetl multiplicado por cien, aunque por otro lado es infinitamente divina".
-¿En algún momento dudaste de la existencia de Dios?
-No, sólo lo insultamos mucho. Cuando viene la avalancha no podíamos creer que Dios nos estaba dando la espalda, pero al momento de insultarlo le estamos diciendo que existe. Pero, después de ahí Dios nos apoyó, no nos resolvió pero sí nos ayudó, no me preguntes cómo, pero yo sabía que Dios estaba ahí. El creer en Dios te aferra y te da la fuerza para luchar, por eso digo que Dios es algo que está ahí afuera, pero también está adentro.

A los diez días de la tragedia, los sobrevivientes escucharon por un viejo radio que la búsqueda de su avión había concluido. Las autoridades uruguayas y el mundo entero los daba por muertos. Entonces, había que tomar decisiones. No tenían alimentos y aunque tampoco hambre, sabían que si no comían algo pronto, también iban a morir. La única alternativa para nutrirse eran los cuerpos de sus compañeros muertos.
-¿Fue difícil comer carne humana?
-No fue difícil, la gente se imagina que sí, pero no fue así. No teníamos nada de comer, sabíamos que no nos buscaban más. Estábamos perdidos en medio de la cordillera a 40 grados bajo cero, no te queda otro remedio, por eso digo que es una cosa natural, si hubieras estado tú ahí lo hubieras hecho.

-¿Y a qué sabe?
-No tenía sabor, estaba congelada. A mí siempre me gustó la carne cruda, pero ésta no tenía gusto.

Al cabo de unos días, decidieron que tres de los sobrevivientes caminarían para buscar ayuda. Luego de 90 kilómetros, el 20 de diciembre, encontraron a un arriero y supieron que la salvación había llegado.
-¿Qué sintieron cuando sus compañeros salieron en busca de ayuda?
-Teníamos la sensación de la esperanza.

-¿Y cómo fue el regresar a la casa, a la comida caliente?
-Fue muy difícil. El rescate fue muy paradójico, porque por un lado estaba feliz por irme, pero aunque parezca mentira me daba mucha nostalgia dejar lo que habíamos hecho. Un mundo que fuimos haciendo durante 70 días, con reglas, de lucha, una civilización de mucho dolor, de mucho compartir. Fue una doble sensación: La alegría por irnos, pero la tristeza por dejar la cordillera.

Luego de más de 70 días, los 16 sobrevivientes de Los Andes fueron rescatados. Sin saberlo, habían estado a 14 kilómetros de un viejo hotel, pero quienes partieron en la búsqueda de ayuda, optaron por caminar los 90 kilómetros hacia Chile.
"Cuando un periodista argentino le habló a Zervino en una de las primeras entrevistas que tuvimos, le preguntó '¿ustedes sabían que estaban a 14 kilómetros de un hotel argentino?'. Y éste le contestó: 'sí pero como nos parecían más simpáticos los chilenos preferimos caminar'.
Con esa anécdota concluyó la charla con Carlos Páez, que más que una simple entrevista, se convirtió en una gran historia de vida.

DEL ANECDOTARIO PERSONAL
-Yo los juntaba para rezar por las tardes, lo que nos daba una gran paz espiritual; era muy devoto de la Virgen. El rezar no nos daba oportunidad para pensar en otras cosas.
-Dios estaba muy presente en esos momentos, pero no el que me enseñaron en el colegio, era otro Dios. Con la historia del catecismo nos enseñan que es todopoderoso, pero ahí me di cuenta que Dios es parte de uno mismo. Ese sentimiento es lo que te hace pelear y poder hacer grandes cosas.
-Era mucho más atractivo morir, pues el camino difícil era continuar viviendo.
-Luego de 25 años, volví a la cordillera de los Andes para ver si me encontraba con Dios. Es duro llegar al mismo lugar porque todo estaba igual, y eso que fue en otra época.
-Soy sobreviviente de los Andes y comí carne humana, pero también soy publicista y soy padre de familia. No me gusta que me digan antropófago.
-Mi hija María de los Andes viaja conmigo a Torreón y mi nieta también, aunque todavía en su vientre. Va a ser la primera nieta de los sobrevivientes. Tengo otro hijo de nueve años que se llama Carlos Diego, en honor a mis dos mejores amigos que perdí.

NÚMEROS DE LOS ANDES
Aunque los sobrevivientes no se consideran héroes, se convirtieron en eso para el resto de la gente.
-Sobre el famoso "milagro de Los Andes" se han escrito 14 libros.

-Se han filmado tres películas, una de ellas la mexicana realizada por René Cardona-
-Se han producido cinco documentales.
-Al momento de la tragedia, Carlos Páez tenía 18 años.

-En la actualidad (2003) pronto se convertirá en abuelo a sus 49.
-A los 18 días del accidente, el 31 de octubre, Carlos cumplió 19 años de edad.
-Cada 22 de diciembre, los 16 sobrevivientes se reúnen para conmemorar el día en que fueron rescatados.
FUENTE: El Siglo de Torreón

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