miércoles, 25 de junio de 2008

Ofrenda a la Virgen Morena


Crónica sobre las reliquias a la Guadalupana,

una tradición cien por ciento lagunera
Publicada el 13 de diciembre de 2002 en El Siglo de Torreón (Foto El Siglo de Torreón)



TORREÓN, COAH.- Tres cajas de cuatro diferentes sopas, nueve kilos de arroz y un marrano de más de 200 kilos son suficientes para preparar la tradicional reliquia que se ofrece a los fieles en honor de la Virgen de Guadalupe.
Desde hace más de 20 años doña Carmen Ramírez de Barrios prometió a la Virgencita que si su bebé nacía con bien, ella ofrecería cada año un Rosario en el que brindaría comida a todos los que se acercaran. Hoy ese bebé es un hombre y fue quien ayudó con los preparativos del 12 de diciembre.
El momento cumbre de la celebración llega precisamente este día cuando luego del Rosario, niños, jóvenes, señoras y hasta señores hacen “fila” con sus cazuelas o trastos, esperando el asado y las distintas sopas que lo acompañan.
Sin embargo el trabajo empieza desde días antes, pues hay que ir a la “Alianza” o a “Abastos” para comprar todo lo necesario para la preparación del guisado.
Afuera de la casa de doña Carmen, ubicada en la calle Eglantinas número 136 de la colonia Las Dalias, se dispone el escenario para “matar” al marrano desde dos días antes. Se preparan las carnitas y la chicharronada, misma que será ofrecida para quienes “velarán” a la Virgen durante la madrugada del día 12.
Dentro de la casa se monta el altar para la Guadalupana, adornado con flores, veladoras y luces de colores. En torno a él, cerca de diez personas, entre amistades y familiares de doña Carmen, “cuidan” el sueño de la Reina de México.

LOS BAILES

Todavía con los estragos de la desvelada, la dueña de la casa y su flota de ayudantes reciben al grupo de danza “Sagrado Corazón de María” por ahí de las 10:00 de la mañana. Veinte niñas y jovencitas le bailan a la Virgen de Guadalupe, vestidas con sus “nahuillas” verde esmeralda y sus blusas blancas. Algunas traen penachos también en color blanco, y otras sólo una pañoleta que les cubre el cabello, en símbolo de respeto para la Guadalupana. Los bailes alrededor del altar improvisado a media calle, se prolongan hasta las 4:00 de la tarde.
Entre baile y baile no puede faltar “el viejo de la danza”, que arranca los gritos de los pequeños espectadores cuando se acerca a ellos.
Lupita encabeza el grupo de danza. Comenta que se integran desde el mes de noviembre como una devoción para la Guadalupana, cuya imagen acompaña sus nahuillas, bordada en lentejuela de varios colores. Las integrantes provienen de las colonias Nueva Merced y de Las Dalias.

EL ROSARIO

Cerca de las 12:00 horas del mediodía, el grupo de danza deja de bailar. Esperan el arribo de la señora que dirige el Rosario dedicado a la Virgen de Guadalupe. Doña Elsa Meléndez llega acompañada de su hija Mayela, quien trae consigo las hojas de los cantos para repartir entre los devotos. En torno al altar improvisado a media calle, el que también está lleno de flores, las vecinas de doña Carmen acomodan sus sillas para ser parte del Rosario. Para ese momento, son muy pocas personas, pero la cantidad de éstas se va incrementando conforme avanzaban los Misterios.
Por ser día jueves, se rezan los Gozosos en los que se relata la natividad del Niño Jesús. Entre cada Misterio, se escuchan “Buenos Días Paloma Blanca” y “La Guadalupana”.
“Por la salud de toda mi familia”, es la petición de doña Carmen, al término de la oración, a la que le siguen otras peticiones hechas por quienes se han congregado: -“Por los que se encuentran fuera de su tierra natal”, grita una señora. –“Por la gente que está en la cárcel”, dice otra. En general, la petición de salud es unánime.
Los niños aguardan impacientes que el Rosario concluya y apenas escuchan el grito de “Vamos a bendecir la comida”, salen corriendo para “agarrar fila”. La rezandera agarra una de las flores blancas del altar y la empapa con agua bendita, mientras hace la señal de la Cruz encima de cada una de las cazuelas del banquete.
Ahora sí, a repartir la comida para la que desde un año antes se había estado guardando dinero, en la cual, según los cálculos de doña Concha -hermana de la señora Carmen- se gastan entre seis y siete mil pesos.

LA HORA DE LA COMIDA

Los danzantes regresan a sus bailes y la fila ya es muy larga, tanto que se hacen dos y llegan hasta la escuela que se ubica frente a la casa de la familia Barrios Ramírez. Aunque el sol no pega con tanta fuerza como acostumbra hacerlo en verano, sí llega a “calar”. Los trastos desfilan hasta las señoras que reparten la reliquia, quienes sirven primero las sopas. Doña Carmen se encarga de servir el “chile”.
Durante la espera, algunos de los fieles comentan: “Esta reliquia sí está buena, por eso venimos”.
La fila se prolonga por más de una hora. Al final, las cazuelas están vacías, señal de que la reliquia ha resultado todo un éxito. Llega el turno de limpiar y esperar la llegada del siguiente 12 de diciembre.

UNA PROMESA
Doña Carmen Ramírez de Barrios es originaria de Matamoros, Coahuila, aunque vive en Las Dalias desde 1996; tiene dos hijos varones que ya están casados, y una pequeña de seis años. Cuando esperaba a su segundo hijo, el doctor le advirtió de los peligros que representaba su embarazo, pero ella, confiada, se encomendó a la Virgen de Guadalupe. A cambio de que el bebé naciera sano y sin problemas, ella ofreció realizar una reliquia cada año en su día: el 12 de diciembre.
Por su parte doña Elsa, la señora del Rosario, también tiene la tradición de ofrecer una reliquia en honor de La Guadalupana. Esta tradición la tomó de su madre, quien falleció en 1995 y le heredó una imagen de bulto de la Virgen Morena.
Elsa, a diferencia de doña Carmen, ofrecerá mole acompañado de las distintas sopas en la reliquia que ofrecerá posteriormente.



EL CULTO GUADALUPANO

Corría el año de 1531, la paz política comenzaba a florecer en la Ciudad de México y sus alrededores. Los misioneros franciscanos y dominicos trabajaban intensamente evangelizando las innumerables poblaciones de naturales.
Por ese mismo año, un hombre de clase “macehual” o baja, iba de camino, atravesando el cerro del Tepeyac hacia la parroquia de Santiago Tlatelolco, en donde los franciscanos se encargaban diariamente de atender a los naturales. Juan Diego era originario, según se dice, de Cuautitlán, pero tenía entonces su domicilio en Tulpetlac. En ese recorrido, se toparía nada más y nada menos que con la Madre de Dios, la Virgen de Guadalupe.
La historia de la Virgen de Guadalupe está íntimamente ligada a la historia de México. Sus fastos se mezclan y no hay acontecimiento patrio del que la Guadalupana esté ausente. En sus grandes tragedias y en sus grandes triunfos, ella ha estado presente. El año de las apariciones y el inicio de su culto es, en el tiempo histórico, el del surgimiento de México como nación. La devoción a la Virgen y el desarrollo de su culto corren parejos con la creación de la sociedad mexicana y la formación de su conciencia nacional.
Pronto, se construirían altares en honor de la Guadalupana; la devoción del pueblo se propagó en todo el territorio de la colonia y la veneración por la virgen se convirtió en culto patriótico.
La Virgen de Guadalupe, con gran regocijo popular, fue reconocida por el papado y la monarquía española como la patrona de Nueva España.
El nuevo culto proporcionó fundamento espiritual autónomo para la iglesia mexicana, pues a partir de entonces se afirmó la idea de que la cristiandad americana surgió, gracias a la intervención de la Virgen de Guadalupe.



UNA TRADICIÓN LAGUNERA
Las reliquias son una tradición representativa de la Comarca Lagunera, en la que se funden las creencias religiosas, el espíritu comunitario y el arte culinario.
DEFINICIÓN: En el sentido estricto, la palabra reliquia se refiere a la “parte del cuerpo de un santo, objeto que le perteneció o sirvió para su martirio y que se conserva piadosamente”.
OTRAS CELEBRACIONES: De las fechas más escogidas para ofrecer reliquia, las siguientes se destacan: 19 de marzo, día de San José; 4 de julio, día de la Virgen del Refugio; 15 de agosto, día de la Asunción de la Virgen María; 8 de diciembre, día de la Virgen de San Juan de los Lagos.
MOTIVO: Esta comida la ofrece un individuo en particular, como muestra de agradecimiento por los favores que considera ha recibido, o espera recibir en un futuro.
PARTICIPACIÓN: Mujeres, hombres, niños, jóvenes y ancianos colaboran por igual, tanto en los preparativos de la reliquia, como en la elaboración de los alimentos y la repartición de los mismos.
PREPARACIÓN: Usualmente no se siguen recetas, las habilidades culinarias de las personas, a lo que llaman “sazón”, se adquiere por intuición más que por seguir una receta rigurosa al cocinar.
PLATILLO: La comida que se ofrece consiste en siete sopas de pasta, arroz y un guiso de carne de puerco, conocido como asado. Se trata de trozos de carne inmersos en una salsa -no picosa- hecha a base de chile colorado y muy condimentada. Las sopas son generalmente de los productos ofrecidos en el mercado ( fideo, estrella, letras, semilla, entre otras).
FUENTE: Felipe Rodríguez Romero.

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