miércoles, 25 de junio de 2008

Sobreviviendo a Auschwitz



Entrevista con Edith Eva Eger, sobreviviente de uno de los peores campos de concentración de la Segunda Guerra Mundial

Publicada por El Siglo de Torreón el 1 de abril de 2003

TORREÓN, COAH.- Ellos tenían prisionero su cuerpo, pero no su alma. La libertad del espíritu te da la oportunidad de elegir ser un sobreviviente o una víctima de las circunstancias. Y cuando Edith Eva Eger estuvo en Auschwitz, decidió continuar con vida pese a todo.
La sobreviviente de uno de los peores campos de concentración nazis, visitó tierras laguneras para dictar la conferencia El Sin Sentido de la Vida, la noche del 1 de abril en el auditorio Santiago A. Garza, y a su arribo concedió una entrevista exclusiva para El Siglo de Torreón.
Humilde y sencilla en sus movimientos, Edith explicó que una de sus misiones como doctora en psicología y especialista en logoterapia, es enseñar a las personas a salir adelante ante cualquier circunstancia adversa de la vida.
Para ella lo importante es dejar el pasado atrás, no olvidando ni guardando las heridas, sino tratando de sacarles el mayor provecho.
Se dice fácil, pero ella lo logró y por eso está segura de que cualquier persona en el mundo puede llegar a hacerlo también: -No podemos cambiar las situaciones, como un divorcio o un problema familiar, o cualquier clase de trauma, pero sí tenemos la libertad de elegir ser una víctima o un prisionero del pasado, especialmente ahora que la historia se vuelve a repetir.
Cuando Edith tenía tan sólo 16 años, en mayo de 1945, fue llevada hasta Auschwitz, Polonia. Recuerda que ninguno de los que viajaban con ella en la parte trasera de un viejo camión sabían hacía dónde se dirigían. Les habían dicho que serían llevados hasta Hungría para trabajar, pero no fue así.
Al llegar le indicaron que lo único que quedaba de sus padres y sus abuelos, era el humo que salía de la chimenea de uno de los hornos. Pronto se dio cuenta de su nueva condición, y supo que era el momento de elegir si quería vivir, o simplemente morir.
-¿Alguna vez te pasó por la mente la idea de la muerte?
-Sí, muy seguido. Veías cómo los demás morían a tu alrededor, y en lo único que podías pensar es en querer hacer lo mismo.
Sin embargo, no se rindió. Soportó dormir junto a seis personas, en una especie de cama que tenía tres niveles. Recuerda que estaban pegados unos con otros, y si alguien quería voltearse de lado, el resto tenía que hacer lo mismo. Por ello, creaban sus propias reglas y cooperaban entre sí.
Con respecto a la comida, les servían una vez al día en un recipiente sucio un poco de sopa y una pieza de un pan, que según dice no puede llamarse así pues no es nada comparado con lo que se conoce como tal.
Como su hermana Magda, quien también estaba en Auschwitz, tenía muy buen apetito, Edith le guardaba un poco de su ración de alimento. Además, descubrieron que si se formaban al inicio de la fila les iba a tocar más agua que sopa, y si se formaban al final no iban a alcanzar nada, entonces usaban su astucia para quedar en medio.
Edith tiene otra hermana, Clara, que por fortuna se salvó del campo de concentración gracias a un profesor cristiano del Conservatorio de Música de Hungría, quien la mantuvo escondida. Ahora ella vive en Australia y padece del mal de Alzheimer; hace dos meses Edith fue a visitarla y aunque está lejos de ella, asegura que su espíritu siempre está a su lado.
Mientras que su hermana Magda también logró sobrevivir de Auschwitz, ahora vive en Baltimore, y se ha convertido en una campeona de bridge.
Auschwitz sí cambió la visión que Edith tenía de Dios, pues sus creencias se volvieron más fuertes, las oraciones le ayudaban a soportar el dolor físico, moral y mental que vivía.
Cuando ya creía que toda esperanza de vida se acababa para ella, llegó el ejército norteamericano para liberar a los miles de judíos que habían permanecido durante varios meses en el campo de concentración. En el caso de Edith y su hermana, fueron 15 meses de terrible prisión.
Edith yacía junto a una pila de cuerpos humanos, cuando se percató de la presencia de los soldados y comenzó a mover su mano. De ese modo, se dieron cuenta que se trataba de una sobreviviente más y la llevaron a un hospital donde se recuperó poco a poco.
Ahí fue donde conoció a su marido, también sobreviviente de Auschwitz, quien la llevo a vivir a los Estados Unidos.
Hoy forman una feliz familia junto a sus dos hijas y un hijo, quienes ya han convertido a Edith en abuela de cinco nietos.

No hay comentarios: