Sufre la Comarca con la cardíaca final, especialmente con los penales
POR MIRIAM GONZÁLEZ GUTIÉRREZ
EL SIGLO DE TORREÓN
Y los locutores, lo saben, lo saben… y los periodistas, lo saben, lo saben… y los laguneros, lo saben, lo saben… pero los toluqueños más que nadie lo saben, lo saben… Santos es campeón… sin corona, pero campeón.
Al menos así lo siente la Comarca entera, que ayer vivió y sufrió cada uno de los momentos de la emocionante final entre Santos y Diablos.
En Monte Real, como en Valle Verde o Valle Oriente. En El Tajito, como en Jacarandas o Las Margaritas. En San Isidro, como en La Estrella o Nueva Los Ángeles. Igualmente que en El Campestre de Gómez o San Fernando de Lerdo.
En el centro, sur, oriente y poniente de La Laguna se coreó el “olé, olé, olé, olé… olé, olé”. Casi se podía tocar la corona, acariciarla, besarla… pero casi.
Aunque las calles vacías, las casas estaban repletas y muy atentas a cada jugada desde el primer minuto y hasta el 90. Se sabía que los tiempos extras serían difíciles, “la altura del Estado (de México) es un factor en contra”, pero había confianza. Ojalá “no se llegue a penales, porque ahí sí, quién sabe”.
El primer tiempo transcurrió, aparentemente, sin mayor contratiempo. El segundo afianzó la fe. El control total era de los albiverdes, “ya los traemos”.
El silbatazo que marcaba el inicio del primer tiempo extra aumentaba el ritmo cardíaco de cualquiera. “Otra cerveza pa’ los nervios”. Seguía el control, la confianza y la esperanza santista.
Santos nunca se descompuso y eso la afición guerrera lo notó. Y cómo obviarlo, una y otra vez el balón amenazaba la portería de Alfredo Talavera, no así la de Oswaldo Sánchez.
“Ya somos campeones, qué”, aseguraban por ahí en relación al slogan de la campaña final emprendida por la directiva santista “Yo ya me vi campeón, ¿y tú?”.
Pero llegaron los penales. Los tan temidos penales para cualquier compromiso de la Selección Mexicana. Y en La Laguna, con Santos, no es la excepción.
“Que lo falle, que lo falle”, empieza el corito para “Sinha”. El clamor encuentra eco, pues el jugador brasileño falla el primer penal con que empieza la tanda.
Ahora “gooool”, anticipándose al cobro de Juan Pablo Rodríguez, como una manera de mandarle las “buenas vibras” al primer guerrero que tiene que cobrar el penal. Lo falla, pero como Talavera se mueve antes de tiempo, tiene otra oportunidad para volver a cobrar y ahora sí no puede hacer nada y la pelota se anida “allá donde las arañas tejen su nido”.
Todos agarrados de la mano de ser posible, vuelven a mentalizarse en que Toluca falle nuevamente, pero esta vez Vladimir Marín es certero y Oswaldo sólo ve pasar el balón.
Ahora viene Ludueña, “el Hachita no las falla, ese gu… sí la va a meter”. Dicho y hecho, el número 10 albiverde celebra mesuradamente, todavía falta para sentirse completamente campeón.
“Que la falle, que la falle, que la falle”. Confían en el cántico recién “inventado” y la casa casi se viene abajo: Héctor Mancilla no está concentrado y Sánchez aunque apenas alcanza el balón, no deja que atraviese sus redes.
Se acaricia más que nunca la copa. Muchos ya se ven en el desfile del campeonato por el Independencia o por el Miguel Alemán.
Viene Jonathan, el uruguayo que apenas llegó al futbol mexicano en este torneo y está a punto de coronarse. Lacerda, tranquilo, la empuja hasta el fondo. El corazón late más fuerte que nunca.
Todo mundo saltando y gritando “Santos, Santos, Santos”, mientras Diego Novaretti se prepara para tirar la cuarta oportunidad del Toluca. Parece que los nervios le van a fallar, pero no, sí la mete.
Al que sí le fallan es al “Mati”, quien es uno de los que más confianza inspiran a la afición albiverde. “Vuoso, Vuoso”. Y Vuoso increíblemente la falla. No puede ser, pero bueno, hay ventaja de uno todavía, no hay que preocuparse del todo.
Llegan los Diablos por su quinto y último chance. Ya se ven perdidos. Y los Santos ya se ven campeones. Oswaldo no puede tapar el tiro de Martín Romagnoli, pero qué tiene.
Es la última de los Guerreros, la de Carlos María Morales, que es impensable que la falle. Pero la falla y ahora la esperanza es para los del Estado de México. La Laguna, minutos atrás eufórica, se queda impávida, silente, incrédula.
Otra tanda, pero ahora sí de muerte súbita. La fe se transforma en preocupación, que aumenta tras el primer cobro choricero, el de Édgar Dueñas, que para mala fortuna sólo ve pasar el arquero santista.
Viene el bueno, el del campeonato o el del sufrimiento. Fernando Arce, otra vez sereno, no puede con tanta presión y su nervioso cobro es tapado por Talavera. La Comarca se queda callada. El festejo ahora es en Toluca, aunque un tanto mesurado, “pero que ni celebren, saben que hay un campeón sin corona”.